El I Ching en la medicina tradicional China
El origen del I Ching y su encaje en la medicina tradicional China
Un poco de la historia y origen del Libro
El I Ching es considerado el libro más antiguo de China. Su origen, o al menos el de sus ocho símbolos fundamentales, llamados trigramas (de tres líneas), se atribuye a Fu Xi, que habría vivido hacia el 5500 a.C. para unos, o el 2850 a.C. para otros. Es a través de la combinación de los 8 trigramas que se forman los 64 hexagramas, que llevan las enseñanzas del Libro.
Fu Xi, el legendario emperador chino, está representado como un dios de la montaña. Indica así que la fuente inspiradora del Libro se remonta a la Edad de Oro de la humanidad, durante la cual los guías espirituales recibían enseñanzas directamente de la fuente trascendente de la Conciencia.
El mítico emperador Fu Xi, el rey Wen y el sabio Confucio.
El segundo personaje vinculado al I Ching es el rey Wen, fundador de la dinastía Chou (1121-256 aC), a quien se le atribuye la redacción de los 64 Juicios, es decir, los textos que explican los hexagramas.
Al duque Chou, hijo del rey Wen, se le atribuye la redacción de los textos referentes a las 6 líneas de cada uno de los 64 hexagramas, en un total de 384 indicaciones. Con él se completaron los textos tradicionales del Libro, que hoy tienen más de 3000 años.
Finalmente, le tocó a Confucio (551-479 a. C.) darle al I Ching la apariencia que conocemos hoy. Sus comentarios, registrados en siete obras, la mayoría de las cuales se agregan al cuerpo del Libro mismo, facilitan nuestro acercamiento a las enseñanzas de esta corriente esotérica.
El I Ching y Occidente
Los primeros contactos del mundo occidental con el I Ching se produjeron a través de los relatos de los jesuitas que residían en la corte de Pekín entre los siglos XVI y XVIII. La primera traducción completa del libro al latín, realizada por el padre Regis, sólo aparecería en 1834. A finales del siglo XIX, otras dos versiones, de James Legge (1891) y Filastro (1893), amplían la difusión de la libro en Europa.
Actualmente, la versión occidental más conocida del I Ching es la de Richard Wilhelm (1956), un pastor protestante que vivió muchos años en China. Inicialmente escrito en alemán, luego fue traducido a prácticamente todos los idiomas occidentales. (Ver los libros en la Galería Books & Oracles). Otras traducciones consistentes fueron ejecutadas más recientemente por el maestro chino Alfred Huang (1998) y por los sinólogos franceses Cyrille Javary y Pierre Faure (2002).
Es un hecho extraordinario que católicos y protestantes reconocieran la profundidad de las enseñanzas del I Ching y enfrentaran todas las dificultades de traducir un clásico chino para hacerlo accesible a nosotros los occidentales. Esta es una prueba más del poder incomparable de este legado para la humanidad, que ha encontrado un lenguaje hasta un punto tan universal que no suscita reacciones de índole religiosa ni obstáculos culturales insalvables para tocar el alma de todos los seres que buscan la calidad.
Los ocho trigramas ¿Qué son?
Los ocho trigramas, los símbolos formados por tres líneas, son los componentes básicos de los hexagramas. De sus atributos se deduce el significado y los diferentes significados de cada uno de los 64 hexagramas.
Los trigramas, llamados gua en chino, también se estudian en su totalidad y no solo para componer el contenido de los hexagramas. Los maestros chinos son hábiles para traducir ciclos colectivos e individuales, así como para deducir conductas oportunas de las diferentes distribuciones circulares de los ocho trigramas.
Los trigramas resultan de la combinación de líneas completas (yang) y líneas discontinuas (yin) en conjuntos de tres, llamados trigramas en los idiomas occidentales. Ocho es el total de tríadas construidas con líneas yin y yang.
La secuencia de los trigramas en la ilustración anterior se denomina Orden del Cielo Posterior u Orden del Mundo Interno e indica el ciclo de los fenómenos tal como se pueden observar en la naturaleza.
Las líneas ying y yang que forman los trigramas
En I Ching símbolos con tres líneas – trigramas – y símbolos con seis líneas – hexagramas – las líneas enteras simbolizan las cualidades del principio yang, es decir, lo activo, lo positivo, el cielo, el hombre, lo luminoso, lo cálido, lo estable, las lineas quebradas simbolizan el principio yin, cuyos atributos son: receptivo, negativo, tierra, mujer, oscuro, frío, maleable.
Como se describe en el Génesis de la tradición judeocristiana, en el que el Creador separa el cielo de la tierra y reúne las aguas en una sola masa, la creación se produce a través de un proceso de polarización, es decir, a partir de la separación de las energías dormidas en el Caos primigenio.
Como se enseña en todas las tradiciones, la manifestación tiene lugar a través de la danza o lucha interminable entre las dos polaridades: yang y yin, positivo y negativo, masculino y femenino, día y noche, etc.
Este juego de fuerzas está representado en el conocido símbolo chino del Tai Chi, que aparece en el centro de la ilustración superior, rodeado por los ocho trigramas. Su parte blanca simboliza la fuerza creativa, masculina, activa, yang, y la parte negra, la fuerza receptiva, femenina, pasiva, yin.
Los dos pequeños puntos de color opuesto, en la parte más ancha de cada mitad, revelan que la máxima intensificación de un polo ya trae el germen de la forma opuesta complementaria. Nada permanece estático en el mundo de la manifestación. Cuando una cualidad se intensifica, tiende a transformarse (o moverse) hacia la cualidad opuesta, generando la eterna danza de las polaridades.
Tal situación de intensidad que genera la mutación a la cualidad opuesta está representada, en el caso del I Ching, por las líneas en movimiento o en mutación. Estos pueden ser yin o yang. Una línea yang en movimiento está representada por, y una línea yin móvil.
Las dos fuerzas primordiales del universo, el yang y el yin, están siempre presentes, en proporciones variables, en todas las cosas existentes. Cualquier fenómeno o evento contiene esta polaridad fundamental, que cambia en el tiempo y el espacio. La vida misma resulta del juego de estas fuerzas en un proceso permanente de transformación.
Los santos sabios ancestrales entendieron las leyes de la transmutación que operan por igual en el cielo, en la tierra y en el hombre. Es por eso que podían predecir eventos y actuar en consecuencia en el momento adecuado. Son ejemplos y modelos para nuestro esfuerzo evolutivo.